miércoles, 24 de agosto de 2016

Salvador Maturana, de La Unión a Berschtesgaden pasando por Bizerta

Salvador Maturana Salvador, señalado con una cruz, en la en la Duodécima compañía,
de apoyo (CA), del 3/RMT de Leclerc



Salvador Maturana nació el 29 de diciembre de 1911 en La Unión, cerca de Cartagena.

El 2 de enero de 1931 ingresó en la Armada. Alcanzó el empleo de Cabo de Artillería el 30 de enero de 1934 y fue nombrado apuntador horizontal en el Almirante Valdés.

Durante la guerra estuvo embarcado en el destructor Almirante Antequera. En 1937 fue promovido Auxiliar Alumno de Artillería y después de los cursos correspondientes y reglamentarios en la Escuela Naval Popular de Cartagena fue promovido Alférez de Navío y Teniente de Navío, lo que le permitió ser Director de Tiro de Artillería en el destructor Almirante Antequera. Daba charlas semanales en el Hogar del Marino.

Salió de Cartagena con la Flota el 5 de marzo de 1939. Llegó a Bizerta y fue internado en el campo de concentración de Meheri-Zebbeus. En aquel campo era conocido entre sus compañeros por su “manía” de fugarse. Las fugas suponían días o meses a pan y agua en el calabozo. Pero no lo consiguió.

En julio de 1939 fue mandado con otros 280 marinos a la 7ª Compañía de Trabajadores Extranjeros, anexionada al 1er Batallón de Infantería Ligera, conocido más comúnmente como el batallón disciplinario. Los mandaron al desierto de Gabès, cerca de la frontera con Libia, ocupada por los italianos de Mussolini a construir en condiciones infrahumanas una vía estrecha de ferrocarril  a pico y pala.

Cuando la Francia de Pétain firmó el armisticio con la Alemania nazi, el grupo de Gabès fue mandado a Argelia, concretamente a Khenchela, en la zona del Aurés a construir una carretera en la montaña. El invierno es tan crudo que se quedan aislados por la nieve y sólo tienen para comer bellotas hervidas. Es muy posible que Salvador Maturana consiguiera escapar de este campo.

Cuando los aliados desembarcaron en África, el 20 de noviembre de 1943, se formó una unidad militar francesa, distinta del ejército (que, recordemos, había recibido a tiros a los aliados), llamada Corps Franc d’Afrique para poderse unir a las fuerzas aliadas en su avance contra las fuerzas del Eje. Este Cuerpo estaba integrada por franceses resistentes (que habían sido expulsados del ejército francés), judíos franceses a los que las leyes de Vichy impedían alistarse, árabes formados por el ejército francés, extranjeros que provenían de la Legión y republicanos españoles que procedían de todos los lugares donde habían sido  internados o donde vivían más o menos clandestinos en Argelia, como en el caso de Salvador Maturana.

Los españoles y numerosos marinos se integraron en la Novena Compañía del III Batallón que tenía al frente al que fue almirante de la Flota republicana, Miguel Buiza. Los Marinos tenían claro que seguían la misma lucha contra el mismo enemigo. Lucharon contra el African Korps en la campaña de Túnez y a esta compañía le cupo el honor de liberar, el 8 de mayo de 1943, la ciudad de Bizerta tras una encarnizada lucha. Por su valeroso comportamiento fueron nombrados en la Orden del Ejército francés y algunos marinos recibieron la cruz de Guerra en distintos grados.

Vencidas las fuerzas alemanas e italianas en África, en julio de 1943, el Corps Franc se disolvió y las FFL (Forces Françaises Libres) de De Gaule formarían en Marruecos el Regimiento de Marcha del Tchad (RMT) que en el mes de agosto se transforma en el regimiento de infantería de la 2ª División Leclerc. Dentro del 3er Batallón de este regimiento, la Novena Compañía del Corps Francs se transforma en la Novena del 3/RMT y es tan española que la llamaban directamente en castellano “La Nueve”. Salvador Maturana se incorpora en la Duodécima compañía, la de apoyo (CA). En ésta, es instructor en la sección de obuseros de 75 de la CA del 3/RMT. Son unos carros ligeros equipados con un cañón corto de 75 milímetros que sirven de apoyo.

Como Salvador Maturana tenía buena letra, junto con otro republicano, Bamba, pintará los nombres de los halftracks de la Novena con los nombres de las batallas de la guerra de España: Ebro, Brunete, Madrid, Guadalajara, Teruel y, por la admiración que le profesaban bautizan a uno de estos vehículos como Amirante Buiza

El 24 de agosto de 1944 entró la primera tanqueta de la Nueve en París por la Porte d’Italie. Se llama Guadalajara. Al día siguiente, hacia el mediodía, Salvador Maturana entró con el resto de la División. El sábado 26 de agosto fue el día del desfile por los Campos Elíseos con Charles de Gaulle y Leclerc a la cabeza. Salvador recordaba con particular emoción el alto que hizo con su carro al pie de las torres de Notre-Dame. Cuando se vio allí pensó que pronto volvería a España, que por fin habían vencido al fascismo.

En septiembre debieron reemprender la marcha hacia Alemania integrados dentro del ejército americano. Su ruta fue un rosario de duros combates, Andelot, Dompaire contra la 112ª Panzer-Brigada, Châtel, Vaxoncourt, Vacqueville contra una de la más prestigiosa unidad de la Wehrmacht, Badonviller hasta que penetraron en Estrasbourgo. En febrero fueron mandados a Chateauroux, luego redujeron la bolsa de Royan y en abril 1945 cruzaron el Rin y llegaron al Danubio. Desde allí, se dirigieron a los Alpes y  llegaron hasta Berschtesgaden, la guarida del Hítler, el Nido de Aguila.


En Berschtesgaden, la División Leclerc se deshizo. Salvador Maturana volvió a París. Allí conoció a su mujer, Luisa, hija de exiliados. Tuvo una hija y vivió en Francia hasta que pudo volver a España, a Cartagena, hasta su fallecimiento hace unos años.     


Foto: Salvador Maturana es el tercero por la izquierda, marcado con una cruz. 
Archivo familiar Salvador Maturana.  
      

viernes, 5 de agosto de 2016

Vicente Criado, sobrevivir al infierno de Mauthausen

Vicente Criado Gabeiras en el Lepanto (Archivo V. Fernández Díaz)



El alférez de navío (habilitado) Vicente Criado Gabeiras entró en Mauthausen en diciembre de 1941. Su número de matrícula era el 4783. Y salió vivo.
Este gallego, nacido en 1914, había ingresa en 1930 en la Escuela de Aprendices Marineros con 16 años.  El golpe de Estado militar de julio de 1936 lo sorprendió a bordo del destructor Lepanto donde era cabo especialista de Marinería, ocupando el destino en puente de Guarda-Banderas. Se mantuvo fiel a la República.
En noviembre de 1937 fue promovido Auxiliar alumno de Marinería y destinado a la base naval de Portman para hacerse con el manejo de las cuatro lanchas torpederas que vendió la URSS a España. Fue comandante de la Lancha nº31.   

El final de la guerra le sorprendió en Cataluña, con las lanchas. Junto a medio millón de españoles  marchó a Francia huyendo de la muerte y la destrucción. Inició entonces un largo periplo que debutó en el campo de Argelès-sur-Mer.

Siguió el destino de miles de españoles que fueron internados en campos de concentración, arrastrados a la primera línea de fuego de la guerra de Francia en una Compañía de Trabajadores Extranjeros (CTE), abandonados a su suerte al caer Francia y entregados a los nazis, sin protección internacional, solos. 

Vicente Criado cayó en manos de los alemanes el 4 de junio 1940, cerca de Dunkerque.  Los españoles, junto con los militares franceses, fueron conducidos hasta el Stalag de Krems-Gneixendorf, uno de los más grandes campos de prisioneros del IIIº Reich en Austria. Allí fueron tratados, en un primer momento, como prisioneros de guerra. Pero un día anuncian a los españoles un traslado.  No saben dónde. En la misma estación del stalag ven por primera vez los uniformes negros de las SS  que, junto al ladridos de sus perros, los conducen directo al infierno.

Mauthausen es un campo de exterminio, reservado a los detenidos considerados por los nazis como irrecuperables.

       Al entrar en el campo eras despojado de todo. Ya no eras dueño de nada. Te afeitaban de pies a cabeza con máquina, te daban un traje de rayas, un gorro redondo, una placa de aluminio atada con alambres a la muñeca. Había que aprenderse bien ese número en alemán porque te iba la vida en ello (*).

Su número era el 4783.

Allí no moría nadie por enfermedad. No se dejaba morir a nadie. Todos eran asesinados. Éramos destinados a la eliminación total y mientras, nos aprovechaban. Porque los SS cobraban por la mano de obra que aportaban a la cantera donde trabajábamos (*).

Vicente Criado Gabeiras logró sobrevivir, “con mucha suerte” según recordaba. Estaba vivo pero con la salud destrozados de por vida. A su salida de Mauthausen estaba irreconocible. Pesaba 35 kg y se había quedado calvo. Le habían extirpado un pulmón a consecuencia de un «experimento» en la enfermería del campo. Pensaban que no podría vivir.

Estuvo ingresado en un sanatorio de Monvielle. No podía comer. Una enfermera, con la que se casó más tarde, Justa, fue alimentándole gota a gota y así, poco a poco, con mucha paciencia, lo fue sacando adelante.

Vivieron y trabajaron en Suiza. Tuvieron una niña que murió joven. Cuando se jubilaron se compraron una casa en Saint Jean de Luz. Desde una de sus ventanas Vicente Criado veía las estribaciones de los Pirineos. “Detrás, decía con una sonrisa y brillos en los ojos,  está España”.



(*) Entrevista realizada el 20 de septiembre de 1995 en Benidorm con ocasión del Encuentro Anual de los Antiguos Marinos de la República.

Foto: Archivo familiar José Fernández Navarro.