domingo, 31 de julio de 2016

El ANGUSTIOSO Y ACCIDENTADO VIAJE A MÉXICO CUBA/SAINT DOMINGUE. Julio 1940

El 26 de julio pasado se cumplieron 76 años de la llegada a México del Saint Domingue. Fue la última expedición organizada por el SERE (Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles).

Unos 550 refugiados españoles habían partido de Burdeos, el 19 de junio de 1940, horas antes de que entraran los alemanes en la ciudad, a bordo del vapor Cuba, de la Compañía Transatlántica Francesa. Su destino primero era la República Dominicana. Al pasar por  Casablanca, con una situación política muy confusa, el buque fue retenido varios días y, por fin, llegaron el 6 de julio a Santo Domingo. Pero Trujillo exigía el pago de una cierta cantidad por cada refugiado para aceptarlos en su territorio. Con Paris invadido y todos los miembros del SERE huidos, esas cantidades no se pudieron satisfacer y la entrada a la República Dominicana le fue denegada al pasaje. Como el buque estaba bajo jurisdicción francesa y por lo tanto del gobierno de Vichy proalemán siguió su ruta hasta la Martinica con la intención de volver a la Francia ocupada. En el puerto de Fort de France los pasajeros esperaron, angustiados, una solución ante su retorno eminente a una Europa en guerra y bajo el fascismo.

Con la ayuda económica de la recién estrenada JARE (Junta de Auxilio a los Refugiados Españoles), México pudo fletar el Saint Domingue, que llevó a los pasajeros hasta el puerto de Coatzacoalcos, Veracruz, donde desembarcaron el 26 de julio de 1940. Así fue la angustiosa y accidentada travesía del último viaje antes de la IIª Guerra Mundial. Había durado más de un mes.

Por primera vez, algunos marinos de la Armada procedentes de Túnez o Argelia pudieron subir a bordo de un barco con destino a América. Tres salieron directamente del campo de concentración de Meheri Zebbeus en Túnez. Eran José García González, auxiliar electricista-torpedista, Enrique González del Valle, teniente de navío de la RN y José Leiro Nieto, auxiliar naval. Del campo de concentración de Boghari, en Argelia, salió José Mosquera Lorenzo, auxiliar de artillería. En Francia, del campo de Argelès-sur-Mer, marcharon Miguel Barber Serra y Arturo Sardina Pico, auxiliares de artillería. Del castillo de Collioure, donde franceses y alemanes torturaron a exiliados republicanos, salió José Prado Pérez, auxiliar de artillería. De Francia también salieron el almirante Luís González de Ubieta con su mujer y los auxiliares de artillería Miguel Caballero Gil y Manuel Fernández Pol.


En México tuvieron destinos desiguales que otro día seguiremos.

viernes, 29 de julio de 2016

BIZERTA

En los muelles hacia el campo de Meheri Zebbeus (foto archivo José Fernández Navarro)


Para casi 4000 marinos de la Flota Republicana española el exilio empezó en Bizerta.  En la mañana del 7 de marzo de 1939 once buques fondearon en su rada. Para poder entrar, las autoridades francesas exigieron la entrega y el desarme total. Inmediatamente se quitaron los cerrojos de los cañones, se trincaron las direcciones de tiro, se llevaron a los pañoles los fusiles, las municiones, las ametralladoras. Se cerraron con llave que custodió el mando francés. También dieron la orden de entregar las pistolas. Según testimonios de muchos marinos prefirieron tirarlas al mar.


A las dos de la tarde, les permiten cruzar el canal hasta el lago de Bizerta. Allí, uno a uno, sin arriar las banderas republicanas, fueron entrando el Miguel de Cervantes, el Libertad, el Méndez Núñez y ocho destructores el Valdés, el Lepanto, el Gravina, el Antequera, el Miranda, el Escaño, el Jorge Juan y el Ulloa. El submarino C-4 llegaría al día siguiente.

Las autoridades francesas les permitieron empezar a bajar de los buques el día 12. Lo hicieron en varias tandas a lo largo del mes de marzo. Los reunían con sus petates o maletas en el Arsenal. Muchos de los civiles que desembarcaron no llevaban nada. Según consignan los documentos de la época, entraron en el exilio con las manos vacías. Desde el arsenal todos eran dirigidos a la estación de tren, bajo la atenta mirada de los militares y policías franceses. 


Próxima estación: el campo de concentración de Meheri Zebbeus. 
  


Victoria Fernández Díaz